El sueño presidencial de Daniel Quintero se derrumbó. La Procuraduría dejó en firme la sanción disciplinaria que lo castiga por participación indebida en política, bloqueando de manera definitiva sus aspiraciones para el 2026.
El episodio que le pasó factura:
el famoso show del “cambio en primera”, cuando Quintero, en plena campaña nacional, decidió subirse a un vehículo y lanzar mensajes abiertamente políticos mientras aún era alcalde de Medellín.
Un acto que él defendió como “libertad de expresión”, pero que para las autoridades fue una violación clara de la prohibición que tienen los funcionarios de intervenir en contiendas electorales.
Con la decisión de la Procuraduría, Quintero queda por fuera del tarjetón presidencial. Y no es cualquier golpe: es el final de un proyecto político que intentó convertirse en referente nacional, pero que terminó hundido por sus propios excesos.
La sanción también deja un mensaje directo:
no hay espectáculo ni narrativa digital que tape una falta disciplinaria.
Y menos cuando viene de quien debía representar institucionalidad.
Mientras Quintero se queda sin camino electoral, su movimiento pierde fuerza y el país observa cómo un intento de candidatura se derrumba por una sola razón: creer que la emoción del show podía estar por encima de la ley.
En política, no se puede manejar “en primera” cuando las normas dicen lo contrario.

