La protesta social es un derecho. Convertirla en tapadera para vandalismo, discursos de odio y violencia es una traición a ese derecho. Lo que vimos hoy en Medellín no fue una marcha por la paz: fue un recorrido que terminó en muros rayados, consignas infames como “Gury Paraco” y choques con la Fuerza Pública, con grupos de encapuchados lanzando papas bomba. ¿De eso se trata “solidaridad”? ¿De exportar el conflicto y sembrar miedo en nuestros barrios?
Protesta o hostigamiento
La mayoría de asistentes parecían estudiantes universitarios con fuerte presencia de la Universidad de Antioquia, pero el tono no fue académico ni cívico. Taparse el rostro, agredir, estigmatizar ciudadanos como el Concejal de medellin el Andres El gury, y marcar paredes con insultos como: “Gury Paraco” no es pedagogía política: es hostigamiento. Y cuando el mensaje se degrada a la etiqueta del enemigo “paraco”, “asesino”, “fascista” ya no hay deliberación: solo adoctrinamiento.
El costo para la ciudad
Cada grafiti no es “expresión artística”; es un impuesto clandestino que pagamos todos: limpieza, restauración, deterioro del espacio público y normalización del miedo. A Medellín le ha costado décadas salir del espiral simbólico de la violencia. Volver a romantizar la capucha y la papa bomba no es resistencia: es regresión.
La paradoja moral
Marchar “por la paz” mientras se incita al odio evidencia la paradoja: exigir derechos afuera, negarlos adentro. Quien reclama dignidad debe empezar por respetar la del vecino, del funcionario, del periodista, del opositor. La causa internacional que se invoca pierde legitimidad cuando el método es intimidar y destruir.
A la academia y a los convocantes
Universidades y organizaciones que promueven estas movilizaciones tienen responsabilidades mínimas:
- Protocolos de no violencia que excluyan encapuchados y objetos explosivos.
- Rutas claras y autogestión pacífica de la marcha.
- Condena pública e inmediata del vandalismo, con colaboración para identificar responsables.
- Educación cívica: debate, lectura crítica, datos; no consignas de linchamiento.
Lo que Medellín merece
Esta ciudad necesita ideas valientes, propuestas verificables y protestas adultas que construyan. Si el objetivo es sumar a una causa humanitaria, el camino no puede ser sembrar odio local. Marchar por la paz empieza por practicarla aquí: sin máscaras, sin bombas, sin insultos.
Si vas a marchar, marcha a rostro descubierto, con argumentos, empatía y responsabilidad. Lo demás no es protesta: es violencia con coartada.

