Hablar de Medellín es hablar de una ciudad que se mueve constantemente. El Metro, los Metrocables, el Tranvía, los buses integrados y hasta las bicicletas públicas hacen parte de un sistema de transporte que ha sido ejemplo en América Latina. Sin embargo, como ciudadano, no puedo dejar de notar que cada vez resulta más difícil desplazarse con tranquilidad por la ciudad.
Las congestiones viales son el pan de cada día. En horas pico, trayectos que deberían tomar 20 minutos se convierten en viajes de una hora o más. El aumento del parque automotor, el mal parqueo y la falta de cultura ciudadana han hecho que moverse en carro o bus sea un verdadero dolor de cabeza.
El Metro de Medellín, orgullo paisa, también enfrenta retos: trenes llenos, estaciones abarrotadas y problemas de capacidad que afectan la experiencia del usuario. Muchos sentimos que la ciudad creció más rápido que el sistema, y que ya es urgente pensar en nuevas líneas, más infraestructura y mayor inversión.
Como ciudadanos, pedimos soluciones que no se queden solo en promesas. Queremos ver avances en proyectos como el Metro de la 80, la ampliación de ciclorrutas y mejores estrategias para ordenar el tráfico. Pero también sabemos que la movilidad no depende solo del gobierno: es una responsabilidad compartida. Respetar las señales, usar el transporte público con civismo y pensar en alternativas sostenibles son pequeñas acciones que todos podemos asumir.
Medellín necesita recuperar el orgullo de tener un sistema de transporte eficiente, moderno y humano. Porque la movilidad no es solo cuestión de llegar rápido: es la forma en que construimos ciudad y calidad de vida para todos.

