A semanas de la consulta del 26 de octubre, Daniel Quintero aparece oxigenado por señales del poder: gestos presidenciales, ecos en ministros y altavoces del petrismo. Eso lo pone en la foto final… y también polariza a la propia izquierda.
Desde nuestra orilla, la pregunta es simple: ¿hay estructura, claridad ideológica y probidad para liderar? Quintero carga cuestionamientos y una forma de hacer política que divide. El guiño de Palacio puede dar visibilidad, pero también genera la sensación de juego amañado. En una democracia madura, el presidente no inclina la cancha en internas.
El 26 será una prueba para el progresismo: o escoge perfiles solventes y moderados que llamen a mayorías, o se queda en el ruido. La derecha y el centro hará lo suyo: programa económico serio, seguridad sin complejos y lucha integral contra la corrupción. Si el petrismo se decide por la furia tuitera, cederá el centro del tablero.

