El Congreso ya no inspira respeto, inspira trending topics

Colombia parece haber cambiado la oratoria y la preparación por los likes y los retuits.
El ascenso de Walter Rodríguez (“Wally”) y Laura Daniela Beltrán (“Lalis”) como candidatos al Congreso por el Pacto Histórico confirma que la política se ha convertido en un espectáculo de redes y no en un espacio de construcción nacional.

Wally, conocido por su tono agresivo y burlón, celebró abiertamente la derrota de Agmeth Escaf con frases como “me alegra que se haya quemado”. Ese es el nivel de debate que hoy aplauden ciertos sectores: la ofensa antes que la idea, la humillación antes que el argumento.

Por su parte, Lalis, activista digital y periodista, enfrenta cuestionamientos por presuntas contrataciones estatales durante el actual gobierno. Aun así, su ascenso en la consulta del Pacto Histórico muestra que la indignación vende más que la coherencia, y que el activismo emocional ha reemplazado la experiencia política.

Un Congreso sin rumbo y sin altura

El Congreso de la República debería ser el lugar donde se discuten las leyes que definen el futuro de 50 millones de colombianos.
Pero hoy, entre streamings, polémicas y guerras de tuits, parece más un reality show que una institución democrática.
¿Qué pueden proponer legislativamente personas cuyo mayor mérito es tener seguidores y polémicas virales?
¿Leyes sobre cancelación digital? ¿Normas para castigar la crítica política?

Colombia atraviesa una de las peores crisis sociales y económicas de su historia reciente, con millones en pobreza y regiones tomadas por el narcotráfico.
Frente a eso, el Congreso necesita estadistas, juristas, economistas, líderes con visión de Estado, no influenciadores que midan su relevancia por el algoritmo de X o TikTok.

La política del espectáculo: el legado del populismo

El fenómeno Wally–Lalis no es aislado: es el reflejo del populismo digital que ha tomado al Pacto Histórico.
Convertir la indignación en votos, la ofensa en discurso y el sarcasmo en bandera política solo lleva a un resultado: la degradación del debate público.

Mientras tanto, los problemas reales —seguridad, educación, salud, narcotráfico— siguen esperando a alguien que los enfrente con seriedad.

El Congreso no necesita más likes, necesita altura moral, preparación y visión nacional.
Si seguimos convirtiendo la política en una pasarela de activistas digitales, pronto no habrá Parlamento sino una tarima más del show del populismo.
Y cuando el último estadista apague la luz, los “influencers legislativos” seguirán grabando su próximo video… desde la curul.


Laura Molina

“Periodista investigativa con más de 12 años de experiencia en medios regionales y nacionales. Especializada en política local, transparencia institucional y control social. Ha trabajado en la cobertura de temas de gobierno, seguridad y ciudadanía en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Cree en el periodismo como herramienta de transformación y rendición de cuentas.”