El entierro de alias Chom, conocido como el “fletero de los fleteros”, terminó convirtiéndose en un retrato triste y a la vez revelador de lo que pasa en ciertas esquinas de Medellín. Lo que debía ser un sepelio, terminó siendo una exhibición pública de delincuentes confiados, relajados y creyéndose intocables… hasta que la Policía apareció.

En pleno funeral, varios asistentes con antecedentes, órdenes de captura y prontuarios kilométricos— desfilaron como si nada.
Sí: dieron papaya. Y la autoridad no la dejó pasar.

El operativo permitió identificar y capturar a varios sujetos vinculados a hurtos, extorsión y actividades ligadas a estructuras criminales. Otros fueron reseñados, verificados y puestos bajo seguimiento.

El secretario de Seguridad, Manuel Villa Mejía, fue claro:
“No vamos a permitir que los criminales sigan creyendo que pueden dominar territorios, ni siquiera en un sepelio. Medellín está recuperando la autoridad.”

La escena deja dos mensajes contundentes:

  1. Los pillos aún creen que la ciudad les pertenece.
  2. El Estado no puede bajar la guardia ni un segundo.

El sepelio de Chom terminó siendo un espejo de la realidad: mientras unos lloran al criminal, otros celebran que cayó un símbolo del fleteo. Y entre tanto, la Policía hace lo que tiene que hacer: entrar, identificar y capturar.

Medellín no puede volver a ser tierra de nadie.
Ni en las calles.
Ni en los sepelios.

Ana Isabel Arismendi

Periodista de Medellín Herald, especializada en política regional, temas sociales y cultura ciudadana. Estilo investigativo y analítico, con la capacidad de traducir la complejidad de los hechos en historias claras y cercanas a los lectores. Fortalecemos la opinión pública, promovemos el debate informado y mantenemos un periodismo independiente al servicio de la comunidad antioqueña.